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Ciencia Acelerada / Examinación de Alimentos / Cuando el chocolate fluye: desde los dulces infantiles hasta la ciencia del derretimiento

Cuando el chocolate fluye: desde los dulces infantiles hasta la ciencia del derretimiento

By Aline Monserrat Mayorga 11.20.2025

Escrito por Keith Cornell

Ciencia Acelerada

Nunca olvidaré la forma en que mi padre solía preparar un postre que él llamaba «flour drop» (gota de harina). No era algo que se pudiera encontrar en un libro de cocina o en Google. Era más bien una tradición de la familia Cornell, transmitida por su madre, que había crecido con muy pocos recursos y había aprendido a aprovechar al máximo lo que tenía para convertirlo en algo especial. Las bolitas de harina son como un chocolate caliente rústico: bolitas de harina que se echan en una sopa de chocolate especiada, cocida a fuego lento con ramas de canela y clavo.

Cuando era niño, era todo un acontecimiento cuando anunciaba que lo iba a preparar. Mi primo, que compartía la misma abuela por parte de mi padre, solía estar allí. Así que se convirtió en un ritual familiar compartido y en un capricho para cuando conseguíamos jugar juntos el tiempo suficiente sin pelearnos. Para nosotros era mágico: el nombre, el olor, el sabor. Solo años más tarde me di cuenta de lo arraigado que estaba en el ingenio y la tradición. Mi padre creció en la Guayana Británica durante su transición a la independencia como Guyana, a pocos kilómetros de las Indias Occidentales, donde el cacao podía llegar en forma de bolas de cacao caribeñas o latas de mezcla en polvo importadas de Inglaterra.

Ese recuerdo sigue marcando mi forma de pensar sobre el chocolate. No es solo un dulce. Es un artefacto cultural, un consuelo y, como aprendí más tarde, un producto de la ciencia seria. Incluso algo tan simple como la forma en que el chocolate fluye cuando se calienta es medido y estandarizado por los científicos alimentarios, lo que demuestra que el placer y la precisión suelen ir de la mano.

Las peculiaridades revelan la ciencia oculta del flujo del chocolate

El chocolate todavía me hace sentir como ese niño que espera a que caiga la harina, pero ahora también me fijo en sus peculiaridades. Se derrite en el coche, se pega a los dedos de los niños, se mancha en las caras como en una escena de Charlie y la fábrica de chocolate. Aceptamos estas cosas como parte del encanto del chocolate. Pero detrás de cada trufa brillante o pretzel perfectamente recubierto hay todo un campo de la ciencia dedicado a controlar el derretimiento y el flujo del chocolate.

La cuestión es que a veces queremos que el chocolate resista el derretimiento, como cuando tiene que sobrevivir al transporte en climas cálidos. Otras veces, queremos que se derrita maravillosamente, que fluya en moldes, recubra frutas o caiga en cascada desde una fuente de fondue. La diferencia entre estos dos comportamientos se reduce a la reología, el estudio de cómo fluyen los materiales.

La precisión y las pruebas garantizan el rendimiento perfecto del chocolate

Lo que más me sorprendió es que el chocolate no solo «hace lo suyo». Su comportamiento de fluidez se mide, se cuantifica y se ajusta a las normas internacionales.

La Asociación Internacional de Confitería (ICA) incluso creó un método para probar el chocolate fundido a una temperatura precisa de 40 °C utilizando un reómetro rotacional. Piensa en ello como un «examen de fluidez» que cada lote de chocolate debe superar para demostrar que es lo suficientemente suave para moldearlo o lo suficientemente brillante para recubrirlo.

De hecho, las pruebas de viscosidad son tan habituales en las fábricas de chocolate como las pruebas de sabor en tu cocina. La ciencia ayuda a garantizar la consistencia: ese «crujido» cuando rompes una tableta, el brillo de una cáscara moldeada o la textura sedosa cuando se derrite en la lengua.

La ciencia del flujo va más allá del chocolate

Pienso en la viscosidad cada vez que mi esposa prepara macarrones con queso. Empieza con bloques sólidos de cheddar, gouda, asiago, quesos que en su forma cruda nunca se adherirían a la pasta. A través de la cocción, el removido y el ajuste con líquidos y harina, los convierte en una salsa con el flujo adecuado, ni demasiado espesa ni demasiado líquida. Ese equilibrio es la viscosidad en acción.

El chocolate se comporta según el mismo principio: necesita fluir lo suficiente para recubrir o moldear, pero no tanto como para convertirse en un desastre líquido. Los científicos alimentarios lo describen con términos como:

  • Viscosidad: resistencia al flujo. ¿Espeso como la mantequilla de cacahuete? ¿Fino como el sirope?
  • Límite elástico: la fuerza mínima necesaria para que empiece a fluir, fundamental para moldear o recubrir.
  • Tixotropía: cómo el chocolate se vuelve más líquido cuanto más se remueve o se bombea, y luego se espesa de nuevo al reposar.

Suena complejo, pero ya conoces la idea: el queso nacho del cine que nunca se endurece, la leche de almendras que se niega a hacer espuma o el aderezo para ensaladas que recubre la lechuga en su justa medida.

De los estándares de laboratorio a la alegría en la cocina, la fluidez lo hace posible

Quizás te preguntes: ¿a los amantes del chocolate les importan realmente las curvas de viscosidad y la tensión de fluencia? Probablemente no de forma directa. ¿Pero de forma indirecta? Por supuesto.

Sin la reología, esa fresa bañada en chocolate en una boda no tendría su brillante capa. Tu tableta favorita podría tener un sabor a tiza en lugar de sedoso. Una fuente en una fiesta podría salpicar en lugar de fluir en perfectas cintas. La ciencia trabaja silenciosamente en segundo plano para que el chocolate sea tan delicioso como su sabor.

Y esto no se aplica solo al chocolate. La ciencia del flujo está presente en todos los alimentos: la crema del espresso, la consistencia del aderezo para ensaladas, la textura del helado, la forma en que las cremas vegetales imitan a las lácteas. Todos ellos dependen de la reología para que la experiencia sea la adecuada.

El chocolate refleja la herencia, la ética y los sistemas globales

Lo que me fascina es cómo algo tan arraigado en la cultura y la memoria, como la caída de la harina, también puede ser protegido por la ciencia. El chocolate puede ser universalmente apreciado, pero no es inmune a las presiones de nuestro mundo. El cambio climático, el aumento de los costes y las cadenas de suministro globales están remodelando la forma en que se produce y se transporta. Un informe del sector muestra que las empresas compiten por hacer que el chocolate sea más resistente al clima, al tiempo que conservan sus cualidades esenciales: el derretimiento, el crujido y la sensación en la boca.

También hay una capa ética: los consumidores quieren chocolate que no solo tenga buen sabor, sino que también se obtenga de forma responsable. Eso significa que los productores innovan, a veces reformulando con menos manteca de cacao, a veces añadiendo estabilizadores, para mantener la satisfacción del chocolate y, al mismo tiempo, cumplir los objetivos de sostenibilidad.

El chocolate no es solo un simple capricho, sino que tiene un peso económico, cultural y medioambiental que afecta a las personas y a las cadenas de suministro de todo el mundo.

La tecnología mide lo que nuestras lenguas ya saben

Las tecnologías emergentes están incluso redefiniendo la forma en que medimos lo «delicioso». Herramientas como la lengua electrónica, el análisis facial biométrico y los paneles sensoriales se utilizan ahora junto con catadores humanos para evaluar la textura, el sabor y la respuesta emocional. Hay empresas que equipan a los científicos alimentarios con reómetros y sistemas de extrusión que les permiten ajustar las recetas hasta que la textura en boca se ajusta a las expectativas de los consumidores.

Es una idea curiosa: aunque recuerdo el chocolate como algo artesanal, imperfecto y rústico, el chocolate actual es también un logro de la ingeniería de precisión. Sin embargo, eso no lo hace menos placentero. Ya sea un s’more en una fogata, una taza de champurrado o una barra brillante moldeada en forma de conejito de Pascua perfecto, la sensación de placer es la misma.

El flujo une la ciencia, el placer y los rituales

La mayoría de nosotros rara vez nos paramos a pensar por qué el chocolate es tan satisfactorio. Damos por sentado que se derrite en la boca, brilla bajo la luz o se rompe limpiamente al partirlo. Sin embargo, detrás de cada bocado placentero hay normas, medidas y la ciencia del flujo que garantizan la consistencia.

En un mundo en el que los alimentos se ven afectados por presiones globales, desde la inflación hasta el cambio climático, la capacidad de diseñar la textura en boca es más que una hazaña técnica. Preserva la alegría en los pequeños rituales cotidianos. Ya sea una fuente de chocolate en una boda o un humilde cuenco de galletas de harina cocinándose a fuego lento en la cocina, el control cuidadoso del flujo mantiene vivas tanto la tradición como el placer.

Recursos adicionales

  • Nota de aplicación: Comportamiento del flujo del chocolate fundido
  • Nota de aplicación: Resistencia a la rotura del chocolate
  • Reómetros y sistemas de extrusión
  • Recursos de reología y extrusión para el desarrollo y las pruebas de alimentos

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